El Barça de Hansi Flick ultima su puesta a punto antes del inicio oficial de una nueva temporada. Como es tradición, desde hace muchos años, lo hace durante las intensas semanas de pretemporada en las que los equipos aprovechan para realizar giras internacionales, en medio de acuerdos comerciales. Son días de dobles sesiones, de sudor y de pizarra, donde se tiene que construir la base de toda la temporada. Este período de trabajo culminará este domingo con la celebración del Trofeo Joan Gamper, partido de presentación del equipo ante su afición, y que enfrentará al Barça con el Como, entrenado por Cesc Fàbregas. Más allá del resultado, será la primera oportunidad de ver en acción a los nuevos fichajes y, sobre todo, de descubrir qué jóvenes talentos han conseguido convencer al entrenador alemán para formar parte de la plantilla del primer equipo.

Para entender la dimensión real de este reto, desde la Agrupació de Jugadors del FC Barcelona hemos reunido a tres leyendas azulgrana que, gracias a una magnífica pretemporada, se hicieron un hueco en el primer equipo: Julio Salinas, Luis Milla y Ramon Maria Calderé.

Un verano que lo cambió todo

Sus historias nos transportan a una época, la de los años ochenta, donde el Barça vivía en una convulsión permanente. El verano de 1988 fue su punto álgido. "Llegamos a un equipo destrozado, que venía del Motín del Hesperia, por lo tanto, era un conjunto completamente nuevo", recuerda Julio Salinas. Aquella crisis institucional provocó una refundación total de la plantilla, se marcharon 14 de los 24 jugadores del equipo, y al frente se puso Johan Cruyff, que aterrizó con la intención de marcar un antes y un después en el Club. El choque cultural fue inmediato y brutal. "Yo venía del Atlético de Madrid, donde veíamos a jugadores esconderse en el bosque para no tener que correr, y llego al Barça y de repente todos los entrenamientos son con balón, todo rondos, posiciones... para mí fue un cambio increíble", explica Salinas.

En medio de aquella revolución, apareció un joven del filial: Luis Milla. Años antes, había tomado la decisión de dejar su casa con un único sueño: ser futbolista profesional. Después de años de sacrificio y de superar frustraciones, encontró en Cruyff al entrenador perfecto. "Él buscaba un perfil de futbolista inteligente y que fuera un jugador técnico", asegura. En solo dos semanas en Papendal, convenció al mito. Las triples sesiones de entrenamiento diarias, físico, táctico y partido, él las recuerda como "divertidas". "En el mismo aeropuerto, me dijo que me quedaba en el primer equipo", explica. El sueño empezaba a hacerse realidad.

Pero no todos tuvieron un camino tan alineado con la filosofía del técnico. El mismo Salinas tuvo que luchar contra los elementos. Llegaba con la fama de ser un jugador problemático por su etapa en el Atlético de Madrid, en el que acababa de aterrizar el personaje de Jesús Gil. "El presidente Núñez, antes de firmar, me dice que soy un jugador que no soy querido aquí, que no me querían", confiesa. Por si fuera poco, un director de un diario deportivo lo sentenció: "Me dice que soy muy malo y que no me puedo comparar con figuras como Maradona y otras leyendas que habían pasado por el Barça". Salinas sabía que su única respuesta estaba en el campo.

Calderé: la fuerza de la insistencia

Unos años antes, en 1984, Ramon Maria Calderé también tuvo que luchar para hacerse un hueco en el primer equipo. Una gravísima lesión de rodilla lo tuvo un año y medio fuera de combate. Además, explica cómo oyó a un directivo del Club sentenciar su futuro: "'qué pena Calderé, porque con estas lesiones ya no será el mismo', recuerda. “Lo escuché y me puse a llorar allí mismo, en la clínica”. Después de años de cesiones en el Valladolid, Alcalá y temporadas en el filial, Menotti lo hizo entrar en dinámicas del primer equipo en algunos momentos, cuando ya tenía 24 años. Sin embargo, Calderé se frustraba porque el entrenador no lo dejaba jugar en su "rincón de seguridad". Un día, en un partido de Liga contra el Atlético de Madrid, él mismo llegó a cambiarse de posición en pleno partido. Este acto de rebeldía, sin saberlo, le cambiaría la vida. En la grada del Calderón estaba Terry Venables, el futuro técnico del Barça, que quedó maravillado con la actuación de aquel joven.

La autenticidad como clave del éxito

Cada jugador triunfó siendo fiel a su propia esencia. Con honestidad, Salinas reconoce que cuando tenía tiempo libre, lo aprovechaba para desconectar: "Nunca, nunca, nunca, yo he sido un desastre en este sentido. No he pisado un gimnasio en mi vida". Además, explica que era consciente de que no era un jugador "estéticamente bonito de ver" y que a él se le valoraría "solo por los goles". Una naturaleza que abrazó hasta el final.

Esa misma convicción en uno mismo es la que guio a Calderé. Con Venables ya como entrenador del Barça, Calderé se plantó en su despacho nada más llegar. "Solo le pido que me dé la misma oportunidad que a mis compañeros", le espetó. Venables le aseguró que no tenía de qué preocuparse y, además, le encargó lanzar los córneres a pierna cambiada.

Lecciones para el presente

Las experiencias de estos tres mitos del barcelonismo se convierten hoy en consejos para los jóvenes que afrontan el mismo reto.

Para Julio Salinas, que aterrizó en el Camp Nou sintiéndose cuestionado por el presidente y la prensa, la clave de la supervivencia es la "confianza en uno mismo". Él aconseja a los jóvenes que se mantengan fuertes mentalmente, sobre todo para las épocas "jodidas" en las que no jueguen, recordando que el mundo del fútbol "puede cambiar de un día para otro".

Luis Milla pone el acento en la importancia de "ser disciplinado" y "aprovechar" cada oportunidad. Sin embargo, subraya la necesidad de no olvidarse de "disfrutar" del momento.

Finalmente, la lección de Ramon Maria Calderé recae en la lucha contra uno mismo. Él, que confiesa que estuvo a punto de dejarlo todo, asegura que la clave del éxito reside en "insistir, insistir e insistir".

Força Barça
label.aria.fire
Força Barça label.aria.forcabarca label.aria.forcabarca